"Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera
de porcelana que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría
refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es
demasiado pequeña como para ser vista aun por los telescopios más potentes.
Pero si yo dijera que, puesto que mi aseveración no puede ser refutada, dudar
de ella es de una presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se
pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo, si la
existencia de tal tetera se afirmara en libros antiguos, si se enseñara cada
domingo como verdad sagrada, si se instalara en la mente de los niños en la
escuela, la vacilación para creer en su existencia sería un signo de
excentricidad, y quien dudara merecería la atención de un psiquiatra en un
tiempo iluminado, o la del inquisidor en tiempos anteriores". B. Russel.
Es muy sencillo lo que se quiere decir con esto, que la
razón por la que la religión organizada merece hostilidad abierta es que, a
diferencia de la creencia en la tetera de Russell, la religión es poderosa,
influyente, exenta de impuestos y se la inculca sistemáticamente a niños que
son demasiado pequeños como para defenderse. Nadie empuja a los niños a pasar
sus años de formación memorizando libros locos sobre teteras. Las escuelas
subvencionadas por el gobierno no excluyen a los niños cuyos padres prefieren
teteras de forma equivocada. Los creyentes en las teteras no lapidan a los no
creyentes en las teteras, a los apóstatas de las teteras y a los blasfemos de
las teteras. Las madres no advierten a sus hijos en contra de casarse con
infieles que creen en tres teteras en lugar de en una sola. La gente que echa
primero la leche no da palos en las rodillas a los que echan primero el té.
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