¿Nunca has visitado uno de esos castillos? No me refiero a los castillos corrientes, no a esos que se cuentan por cientos, medievales de murallas altas y fuertes torres que desafían al viento. Un castillo de verdad, no como los que se visitan en familia los días de puente, como simple pretexto para malgastar el dinero en un restaurante lejos de casa, porque a quien demonios le interesa un castillo, su historia o la maldita seguridad social cuando hay un sitio donde comer y malgastar el dinero de forma estúpida.
¿Nunca has paseado por un castillo como te digo? No como esos que los directores americanos utilizan para los rodajes de sus largometrajes estúpidos, sin trama y con tantos fallos históricos, cronológicos y lógicos que podría escribirse un libro mas largo que la Biblia relatándolos, esos castillos tampoco merecen más de un vistazo, muy a pesar de la historia que relatan sus piedras.
Los castillos de los que te hablo no los puedes tocar. No puedes pasear por sus interminables galerías y aposentos, que algún día acogieron a grandes nobles farsantes entre sus piedras. No puedes admirar sus tapices, o sus altas almenas, sus vidrieras, sus murallas. Ni tan siquiera encontrarás una triste exposición tejida por maquetas de batallas que a ti y a mi no nos importan lo más mínimo.
Los castillos de los que hablo ni tan siquiera son fáciles de encontrar. No hay indicaciones para llegar hasta ellos, solo surgen de la nada, sin más, y de pronto tropiezas con un muro de cientos de años de antigüedad que es tan tangible como mis botas y tan efímero como el vapor de agua que exhala tu aliento.
Créeme cuando te digo que esos castillos, y no otros, son el tipo de castillos por los que cualquier persona mataría por conquistar. Es el tipo de castillo en el que yo me consumiría ¿sabes? Sí... realmente eso es un castillo por el que merecería la pena morir... tú ya me entiendes.
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Nunca me he interesado mucho por la poesía. Siempre me ha parecido ridículo tener que estudiar miles y miles de líneas sobre autores que no aportaron nada a la historia y al mundo más que palabras. Eso fue hasta que me hice consciente de que mediante palabras se cambia el mundo, así que en un momento de aburrimiento me anime a escribir algo . Aquí tenéis algo de lo que salió:
Imperfecciones.
... Y le pidió a la Luna una sonrisa
escueta y desmedida en placeres.
Y la Luna, tan oscura en su prisa,
se ocupó en sus mil quehaceres...
Él llenó su pecho de los colores
negros que trajo la eterna brisa.
Y desterró a tantos nobles señores
de su camino de musa y risa...
Veréis que buscaba en el silencio
y a gritos la respuesta exacta
a sus plegarias de poeta absurdo,
que su Dama, amplia en desprecio,
le enviaba con voluntad recta
a su sendero de piedras, el mundo.
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