jueves, 11 de octubre de 2012

Colisión.

Colisión.

Haría el mismo frío que esta noche. Quizá más. La misma poca luz, la que regalan las noches cerradas en una calle escondida de una gran ciudad, con farolas centelleantes, escondidas entre ramajes de árboles alquitranados. Sería tarde. Eso es exactamente mi historia. Una hora tardía, entre sombras, alquitrán y vapores gélidos.

Y desamor por todo, y sobre todo.

Comencemos por donde debemos. Hace ya tiempo de aquella época en la que hacía el amor una vez por semana con una chica a la que podía abrazar y dar conversación tras hacerlo. No sé en qué momento decidí echar todo por tierra, pero decidí hacerlo. Lejos de arrepentirme, lo volvería hacer, sólo para recibir el sufrimiento que merezco como ser humano, y como ser egoísta.
No me importaba su nombre, y nunca lo supe. Ni tan siquiera quiero saberlo. Sería como poner nombre al dolor. Es impregnar de afecto el odio más oscuro y tormentoso.
Cómo iba diciendo, hace ya tiempo de aquella época en la que la vida era maravillosa con sus defectos y sus pequeños destellos de sol. Como fecha, tan sólo recuerdo aquel 5 de Noviembre, y lo que sobrevino después.

- ¿No quieres tener un futuro?
- Esto es lo que se supone que es el futuro. Sin putos coches voladores ni robots que trabajen   por mí. Sin trajes metálicos ni extraterrestres destruyendo monumentos, o fecundando mujeres. No es la mierda que nos vendieron, es la mierda que nos merecemos. Esto es el futuro que yo no imaginé hace 20 años, pero al fin y al cabo, es el futuro.
 - Me refiero a....
 - Sé a lo que te refieres. A tener dinero en el banco, un coche familiar, y un perro al que  al que sacar a las 6 de la mañana. ¿Y sabes qué? Prefiero morirme de asco bajo la  contaminación de esta ciudad antes que ser cualquiera.
 - Tu futuro no tiene que ser su futuro.
 - Mi futuro...quizá tengas razón. Quizá. Quizá tenga que pensar en mi futuro.
 - A eso me refiero. No tienes que ser el esclavo de nadie, ni el prototipo perfecto...
 - Que te follen.
 -¡¿Qué?!
 - Que que te follen. Lo mejor que nos puede pasar a ambos es que nos olvidemos.
 - ¿Pero que te pasa ahora?
 - No quiero ser feliz. No he nacido para ser feliz. No he nacido para tener una vida, he nacido para no tener motivos por los que vivir ni por los que morir. No quiero ser feliz. Realmente ni te quiero. Simplemente me he acomodado a ser un cualquiera. Que te follen.

Nunca recordaré su cara al verme por última vez. Porque no tuve el valor de mirarla a los ojos.

Por supuesto que nunca la eché de menos.

Lo siguiente que hice fue recoger todo lo imprescindible para viajar sin rumbo, y pillar toda la pasta que me fuese posible. Con la música en los cascos, la voz interior tuvo que gritar más de la cuenta para ensordecerme de dolor.

Cogí los tres primeros autobuses que pasaron, hasta acabar en la estación. Una vez allí, ¿dónde ir? Por ahora tenía dinero para el viaje, y un mes de comida en lata y búsqueda intensa de curro basura. Lo justo para vivir como cualquier humano mientras me planteaba el qué hacer para no sentirme como cualquier otro. Sin pensarlo mucho más, cogí el billete que antes me llevase lo más lejos de allí.
Y así es como cogí mi destino como quien coge la rutina. En 10 horas estaría fuera del país, descansando en cualquier pensión de media estrella, frecuentada por prostitutas y padres de familia, que no hablaban mi idioma. Entonces pensé que una clase extra de francés en boca de alguna de aquellas bilingües no estaría de más. Y así me dormí.

Con el estómago lleno, decidí llegar a base de transporte gratuito hasta la ciudad que más insignificante me hiciese parecer. No pensaba en el qué hacer, tan sólo en el llegar donde no fuese nada más que nada. Y así es como me planté en el infierno.

Despertar en una pensión que bien podría ser menos acogedora que un féretro era lo de menos cuando uno tiene el problema de sobrevivir sin tener ni puta idea de para qué. Decidí darme una vuelta por la ciudad, perderme, y que alguien me encontrase. Paseé por parques que no acababan excepto cuando no querías que acabasen, comí insalubridad y rapidez, y digerí la precipitación con la que había roto con todo lo anterior. Quizá todo esté muy precipitado. Procedo a explicar.

Mi nombre no importa, pero tenía la vida que cualquier persona normal sin excesivas aspiraciones ni excesivos problemas. Pero para empezar, yo era un problema. Había tenido múltiples relaciones con personas increíbles, y ninguna me pareció más que un intercambio de fluidos y verborreas insustanciales sobre cualquier gilipollez, ya fuese metafísica o hablar sobre cervezas. Tuve un trabajo, y posiblemente en el trabajo sigan pensando que lo tengo. Tenía un bonito móvil táctil con un protector de pantalla de estrellitas que era la rehostia. Y una caja de ansiolíticos perpetua en la mesilla de noche. Y un iPod. Y un reloj carísimo que desgastaba mi vida.

Y ahora estoy en busca de lo que me faltaba entonces, la libertad, el amor, el odio, los problemas, las soluciones. La vida.

- ¿Tienes fuego?
- ¿Cómo?
- ¿Que si tienes fuego?
- No tengo, y por favor, no te vayas.

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