domingo, 22 de junio de 2014

Punk.

No saldremos a la calle, pistola en mano, a beber en una docena de bares y negarnos a pagar la cuenta,¿verdad? Aunque tú, yo (y probablemente la mayoría de las personas que conocemos) mantengamos un nivel de desagrado con el mundo en que vivimos, acabamos haciendo concesiones y aceptamos perder algunas libertades a cambio de ganar ciertas seguridades. La sociedad, mal que mal, nos mantiene cómodos y nos soba ocasionalmente el lomo a cambio de ciertas conductas que, con un mínimo de ingenio, resultan fáciles y poco comprometedoras, ¿Cómo negarnos? Y más importante aún, ¿para qué?

Ahora, imaginemos a alguien que haya vivido toda su vida, 20, 30, 40 años ajeno a estas concesiones, alguien que no ha transado un solo aspecto de sus libertades o que, si lo ha hecho, no ha tenido recompensa:

No trabaja por dinero, pero ha aprendido a obtenerlo por otros medios. No tiene una educación formal, ni un techo, ni amigos, las ciudad en que vive intenta acabar con él y con cualquiera que sea como él. Cada día, a cada hora, podría morir y nadie haría preguntas, nadie lo extrañaría; es un subproducto indeseable del desarrollo del ser humano... pero sigue vivo ¿Cómo diablos lo logró? ¿De dónde saca la fuerza?

¿Qué podría lograr alguien así de hábil, así de astuto, con semejante nivel de capacidad para sobrevivir si tuviera, por ejemplo, conocimiento informático de alto nivel, o entrenamiento militar? ¿Se han preguntado de qué clase de hazañas son capaces los olvidados?


El planteamiento no es nuevo. Los genios siempre han salido de entre esas ligas; las personas que admiras llegaron a parecerte admirables sin tener una vida como la tuya. Tal vez porque no tuvieron una vida como la tuya se volvieron admirables: Bakunin, Kropotkin, Rousseau, Barret, Coltrane, Rimbaud, Céline, Cobain, Dunsany, Nietzsche… punkies todos, en su tiempo y a su modo.