Haría el mismo frío que
esta noche cuando sucedió. Quizá más. La misma poca luz, la que regalan las
noches cerradas en una calle escondida de la gran ciudad, con farolas
centelleantes, ocultas entre ramajes de árboles alquitranados. Sería tarde. Esa
es exactamente esta historia, una hora tardía, entre sombras, alquitrán y
vapores gélidos. Y ella.
Sumido en mis
pensamientos fugaces, fue cuando se situó a mi lado. Bella, muy bella.
Demasiado bella para alguien como yo. No me importaba su nombre, y jamás
llegaría a saberlo, ni tan siquiera quería saberlo, sería como poner nombre al
dolor, impregnar de afecto un sentimiento oscuro y tormentoso. En su cuello
oscilaba un collar con una bola del mundo. Esto, junto con un tatuaje tribal
perfilado en su muñeca izquierda, su actitud desafiante y su mirada perdida en
el infinito, era de lo poco que le caracterizaba, a parte de su belleza.
Era una situación
extraña. Unas cuantas personas esperaban junto a nosotros a que esa luz verde
indicase que el camino de nuestras vidas podía continuar, pero ninguna parecía
interesarse por ella, todos se encontraban más preocupados de mantener sus
conversaciones que de la situación dantesca que acontecería.
Sin previo aviso, dio
un paso al frente.
Afrontó con intriga su
destino. Rodeada por el gentío que dejaba atrás, cuyo ego absorbía toda la
atención dentro de cada componente. Sola. La fuerza le empujaba a continuar su
camino. La sombra más oscura era seguida del blanco cegador. L a sombra más
oscura incluía una neblina que intentaba camuflar de agradable lo desconocido.
El blanco se fundía con borrones negros que demostraban que lo iluminado
incluía el factor de un azar contrario. O favorable. Pero desconocido. Detrás,
empujan. A un lado, el infinito. Al otro, la presión, el peligro. Segundos para
tomar una decisión, que habría de afrontar mientras la inmersión en otra serie
de pensamientos provocaba un cúmulo de voces que aturdían a la lógica, y
empujaban a la locura. No hay concentración, ni tiempo. Nunca hay tiempo. El
invento peor administrado de la lógica humana. Tic. Tac. Corre. Y afrontó aquel
paso de cebra como si el destino le fuese en ello.